Hubo un tiempo en el que el ciclismo de carretera guardaba pocas similitudes con el actual. Los ciclistas competían para ganarse unos cuartos extra, cuando ya tenían sus trabajos fuera del mundo de las dos ruedas.
Muchos puertos estaban aún por descubrir o incluso por aparecer entre debajo de montones de nieve. Las carreteras no estaban asfaltadas, se producían muchos más pinchazos, caídas y averías. Era frecuente atacar en los avituallamientos, (momento en el que era necesario detenerse) o sobornar a los compañeros de una escapada a cambio de que colaborasen en la fuga del día.

Las pocas carreras que existían eran poco populares, con pocos medios, de pocos días en la mayoría de los casos, y los ciclistas se convertían en héroes que debían subsistir con sus propios medios. Era normal abandonar o incluso llegar a meta cuatro horas después del vencedor, ya caída la noche, del mismo modo que también estar a punto de vencer y perderlo todo debido a un problema mecánico.
Cada uno se preparaba sus propios “geles” a base de agua con azúcar, y se llevaban los tubulares de recambio colgados de los hombros y rodeando la cintura.
Toda la exactitud y el cálculo hasta el milímetro del ciclismo que vemos actualmente eran impensables en aquellos tiempos… términos como los vatios por kg o el umbral, entre otros, eran inexistentes.
Todo esto hizo que el ciclismo fuera mucho más imprevisible, divertido, dramático, emocionante y épico. La retransmisión por radio era el único medio para mantenerse informado de lo que sucedía en carrera, y la función del retransmisor era crucial a la hora de añadirle emoción.
Este conjunto de ingredientes dieron lugar a anécdotas de toda índole, y de las que tenemos constancia os intentaremos contar unas cuantas en esta sección.

Pero no siempre nos iremos tan atrás… también recordaremos batallitas algo más recientes que también han hecho historia o han quedado en el recuerdo, de las cuales conocemos más detalles y muchas de ellas os sonarán un poquito más cercanas.
Quizás, el hecho de
que actualmente todo sea tan previsible ha limitado este tipo de aventuras, desventuras, escapadas milagrosas e historias curiosas, pero el ciclismo que conocemos ahora también nos aporta otros placeres, ya sea el hecho de conocer más detalles de nuestros ciclistas favoritos y de su preparación o, en general, de estar mucho más informados.
El ciclismo de antes puede que nos parezca más épico y mágico, y tal vez esto sea debido a que es algo que no hemos llegado a vivir, pero la conclusión que sacamos es que cada época ofrece sus ventajas, y que de cada una debemos saber disfrutar de los placeres que nos brinda, sin desmerecer a las demás.
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