Hace ya casi 2000 mil años los romanos inventaron el pavimento para facilitar las comunicaciones terrestres. Durante todo este tiempo los humanos hemos ido mejorando las superficies de las carreteras hasta llegar al asfalto de hoy en día. Ese por el que da gusto pasar con el coche o con la bicicleta, dónde parece que las ruedas se dejen llevar y no haya que apenas pedalear.
Pero mañana unos dos cientos locos lejos de cualquier avance que haya hecho el ser humano se pelearán por ser los más rápidos sobre una superficie no precisamente hecha para las bicicletas de hoy en día. Una rueda fina la de las bicicletas de carretera, lo más delgada posible para no oponer resistencia al suelo deberá pasar por unas carreteras empedradas. Por si el impacto del empedrado ya no fuera suficiente entre medio de piedra y piedra hay trampas que te pueden privar de besar la gloria para besar el suelo o la más grande de las impotencias. Esa la cual ves a tus compañeros de fatigas alejándose entre el polvo que levantan los adoquines y tu, impaciente aguardas la llegada del coche que te cambiará la rueda sabiendo que ya has perdido la carrera.
Pero si algo caracteriza al ciclismo es la épica, así que si por amor no estas dispuesto a hacer locuras, no te subas a una bicicleta. Domingo que viene la historia se repetirá y el más romano de los ciclistas alzará una piedra de esas que habrá tenido que atravesar pasar del infierno para gritarle al cielo «veni, vidi, vinci».
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