Si hay un color que predomina en el mes de mayo ese es el rosa. La maglia rosa tiene un principal encanto entre los ciclistas y los aficionados a este deporte, y guarda el misterio durante 21 etapas de saber quién será su dueño. 198 aspirantes que sueñan con ella, sufren por ella y nos emocionan por sus hazañas para conseguirla.
Con la ayuda de esta entrada regresaremos hasta la edición del Giro de Italia de 1998. Con inicio de la carrera en Niza, 162 ciclistas tomaron las carreteras francesas, suizas e italianas para ir superando, día a día, toda clase de obstáculos hasta llegar, después de 3811 kilómetros, los 94 supervivientes a la última línea de meta situada en Milán.
Tres fueron los nombres que destacaron en aquella edición. El suizo Alex Zülle fue el ciclista que más días portó el maillot de líder, con un total de 12 etapas. Pese a esta superioridad que mostró en la primera parte de la carrera, la última semana se encontró con un pletórico Pantani que le hizo despertar del sueño. El ciclista que mantuvo durante los últimos 6 días la maglia en su poder fue el mencionado anteriormente, el Pirata, gracias a un ataque demoledor en las duras rampas de Marmolada que le hizo recuperar los 4 minutos perdidos que tenía respecto a Zülle, ganando tanto la confianza como el control de la carrera. Pero entre esta pelea a dos que se desarrolló encontramos a Pável Tonkov, ciclista que nunca tuvo la maglia rosa en su poder pero estuvo cerca de ella. El ruso había demostrado una gran regularidad y el poco tiempo que tenía perdido en las últimas etapas, quedando todavía una contrarreloj el penúltimo día donde se veía superior a Pantani, le hacía soñar. Sin embargo…
Para contar lo que pasó en el desenlace de aquel Giro recurriremos al poema «Pedazos» del escritor Escandar Algeet, de su libro Un invierno sin sol, que relata aquella historia de esta manera:
«Cuando me preguntan qué pasó con los cimientos, cómo fue para tal terremoto, hablo del ciclismo. Fue en el Giro del 98. Pantani llegaba primero a la última etapa con final en alto, le sacaba 27 segundos a Pavel Tonkov, insuficientes para mantener el liderato tras la contrarreloj que todavía quedaba para el último día. Dos jornadas antes, el italiano ya había dinamitado la carrera y se había cargado a Zulle, que había dominado la prueba desde la primera semana, pero el ruso le estaba aguantando el pulso en esas últimas jornadas de montaña y sólo le quedaba Plan di Montecampione para despegarse de un Tonkov que se sabía favorito. Y no decepcionó. El pirata atacó desde el principio del puerto, y Tonkov se pegó a su rueda sin la menor fisura de debilidad, frío como son los rusos. Durante los 18 de los 20 kms que tiene el puerto, la imagen fue pedalada a pedalada parecida. Fue al pasar la pancarta de los 2 kms cuando el ruso cedió un metro. Después otro. Y otro más en cada giro de rueda. Había resistido intratable todos y cada uno de los kilómetros de aquel giro y sólo le quedaba poco más de uno para llegar a la contrarreloj donde había planeado su victoria. Pero no pudo. Se hundió en mil interminables metros hasta ceder 57 segundos que sumados a los 27 que ya tenía de ventaja el italiano le daban 1:24 de margen para la última etapa. Tonkov vio cómo el Giro se le escapaba mientras seguía, destrozado, dando pedales. Quiero decir. A veces nos hundimos en el último momento, y lo que nos queda es eso, seguir dando pedales».

Pese a la adversidad con la que se encontró el ruso Tonkov, este no bajó los brazos. La clasificación general quedó en poder del Pirata, con una ventaja finalmente de 1:33 minutos sobre el ruso del equipo Mapei, quien ocupó el segundo lugar. Acompañando en el pódium a estos dos protagonistas de aquella edición encontramos a Giuseppe Guerini, italiano del equipo Polti, a casi 7 minutos de su compatriota Pantani. Un pódium donde las caras de los italianos reflejaban la alegría de lo conseguido, mientras la expresión del ciclista ruso era todo un poema donde podemos leer, a simple vista, su esfuerzo, sacrificio y resignación al perder la ilusión y el sueño de conquistar Italia en el último momento.

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