Descorazonador es un adjetivo que define muy bien la participación que ha tenido Alberto Contador en este Tour de Francia. Un Tour que se torció desde el primer día, con una tremenda caída que le machacó un cuerpo que volvió a ser torturado al día siguiente, cuando el madrileño volvió a caer bajo la lluvia de Normandia.
Y es que este Tour ha sido tremendamente complicado, no sólo por las caídas, sino también por la polémica que rodeaba al equipo Tinkoff, que optó por apostar por otros y no por Contador, que siempre educado trataba de apaciguar a los aficionados diciendo que todo estaba bien. Pero no lo estaba, y Alberto lo sabía. Sabía que su Tour de Francia estaba condenado al abandono desde el primer día, cuando cayó al suelo víctima de un mal giro que le destrozó el costado derecho del cuerpo.
Muchos meses de trabajo, de esfuerzo, de sacrificio para irse a casa en el noveno día de carrera. Al igual que hace dos años, aunque el abandono de aquella vez fue mucho más triste. Aquella vez hubo lágrimas, mientras que hoy había una tímida sonrisa en la que se reflejaba la impotencia de Alberto, que por más que lo busca, se da de bruces contra la dureza y crueldad del Tour de Francia. Quiso Contador dejar su seña de identidad, y lanzó un ataque lejano, esos que tanto le gustan, a 170 kilómetros para el final. Empujó hasta que las fuerzas dijeron basta, y volvió a un pelotón que lo acunó hasta que, 40 kilómetros después, decidió bajarse de la bicicleta. Bastaba ya de sufrir.
No ha sido tu Tour, Alberto. Pero la temporada no acaba aquí; «tú» carrera está aún por disputarse. Muchos son los que te ven de rojo en un par de meses, aunque aún es pronto para decir nada. Lo que si sé es, Alberto, que tu corazón te llevará, aunque tú no le veas claro, a pelear por ello. Como hiciste hace dos años. Y el final… bueno, el final lo conocemos todos.
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