«Estoy listo para ganar el Tour». Estas eran las seis palabras más repetidas por Nairo Quintana y su entorno en los días previos al Tour de Francia. Se respiraba ilusión y optimismo en el equipo Movistar, que el año pasado rozaron la victoria final y, sino ganaron, fue por la desesperante renuncia al ataque que desde hace muchos años impera en el equipo español. Pero venían con la lección aprendida, o así se suponía. Así, al menos, nos lo hacían creer.
Quintana, que llegaba al Tour con varias victorias en su casillero, como la Volta a Catalunya o el Tour de Romandia, estaba subiendo los puertos como nunca, ganando casi siempre que tenía oportunidad y, además, había entrenado más que nunca la contrarreloj, su punto más débil. Así se vio en la Ruta del Sur, prueba de cuatro etapas que ganó dos semanas antes del Tour, donde se llevó la victoria en la crono completamente llana de la carrera pirenaica. Todo parecía indicar que, este año, sino ocurría nada extraño, el Tour se iría para Colombia por primera vez en la historia. La carrera no pudo comenzar mejor para Movistar y Quintana, superando sin problemas las siempre nerviosas primeras etapas de la ronda francesa. El año pasado perdieron la carrera en la primera etapa en línea, por lo que uno de los grandes objetivos de la escuadra española y de Quintana en esta edición del Tour era llegar a los Pirineos con el mismo tiempo que sus principales adversarios, y lo lograron.
La primera etapa alpina no despejó ninguna duda, ya que tan sólo se subía un puerto, el Aspin, y ningún favorito quiso dejarse fuerzas en un ataque que probablemente no fructificaría. El segundo día por la cordillera montañosa que sirve de frontera entre Francia y España si presentaba un perfil de alta montaña, con cuatro puertos en su recorrido: Tourmalet, Hourquette d’Ancizan, Val Louron y Peyresourde. No se preveían ataques lejanos, y así fue: todos los favoritos se plantaron juntos en la base del Peyresourde. Quintana y Froome corrieron muy pendientes el uno del otro, y pese a que ambos realizaron pequeños acelerones durante la última parte de la subida, ninguno fue con intención clara de hacer daño. Un grupo amplio, con Froome, Quintana, Valverde, Purito, Yates o Bardet, entre otros, coronó el Peyresourde en cabeza, y fue en ese momento en el que se produjo el primer error de Quintana en este Tour. El colombiano se relajó -no más de dos segundos, eso sí- para avituallarse, momento que aprovechó Froome para atacar. El británico se lanzó para abajo como un avión; Quintana, que perdió su rueda en el momento en el que frenó ligeramente para beber algo, no fue capaz de dar caza a Froome, que finalmente acabaría ganando la etapa en Bagneres de Luchon con 13 segundos de ventaja sobre el grupo de Nairo. Aunque era una distancia perfectamente salvable, casi anecdótica, el primer golpe de efecto en el Tour 2016 lo daba Froome, que además se hacía con el maillot amarillo.
El primer gran final en alto llegaría al día siguiente, en Ordino Arcalis. Y, hoy sí, se esperaba el primer gran ataque de Quintana, más aún teniendo en cuenta que al día siguiente tocaba jornada de descanso. La Boniagua, el Cantó, la Comella y Beixalis endurecieron la carrera antes de la subida final a Arcalis, que se realizó bajo una intensa lluvia. Froome ya ha declarado en multitud de ocasiones que no le gusta la lluvia y todos esperábamos el ataque de Quintana, que nunca llegó. El de Bogotá se limitó a ir a rueda del británico, que fue el único que le puso ganas en la subida. El colombiano aguantaba bien las embestidas del líder, pero no se despegó de su rueda. «Hay que atacar con inteligencia», decía Nairo en meta. En Arcalis, Quintana perdió la única oportunidad real que ha tenido en todo el Tour de soltar a Froome.

Tras el día de descanso, el Tour embarcaba hacia su segunda semana. La carrera no pintaba mal para Quintana, que subiendo había aguantado a Froome y sólo había perdido tiempo bajando a causa de un despiste, bastante grave por otro lado, más propio de un juvenil que de un ciclista de su talla. Además, el tercero en discordía, Alberto Contador, había abandonado el día de Arcalis, magullado y destrozado a causa de las caídas que sufrió durante las dos primeras etapas del Tour, por lo que el duelo a tres que todos pronosticábamos al inicio del Tour se reducía a un cara a cara. En la etapa llana previa al Ventoux, camino de Montpellier, el viento apareció y vivimos la que ha sido, para mi, la mejor etapa de este Tour. El riesgo de que aparecieran los temidos abanicos era altísimo, y tanto Froome como Quintana corrieron atentos en cabeza de pelotón. Sin embargo, a falta de poco más de 10 kilómetros, cuando parecía que ya nada iba a suceder pese a los numerosos intentos de Tinkoff y BMC por provocar cortes, un espléndido Peter Sagan saltaba del pelotón, llevándose a su compañero Bodnar a rueda, junto a Froome y Thomas. El cuarteto abrió algo de hueco, y entró en meta con poca ventaja sobre le pelotón, 6 segundos, que sirvieron a Froome -que se llevaba la bonificación del segundo puesto- para aumentar algo su diferencia en la general un día antes del Ventoux. Aunque la diferencia que obtenía Froome era, de nuevo, muy pequeña, si quedó claro que la actitud del británico era la de pelear en cada metro, mientras que la de Quintana era la de quejarse en meta de la peligrosidad de la etapa. Escuchándole, parecía que en el Tour no son habituales las etapas llanas con presencia del viento. Al día siguiente, en el ya famoso e histórico (para mal) escándalo del Ventoux, Quintana salió favorecido. El colombiano lanzó un ataque de fogueo y sucumbió después, ya que no pudo responder ante el ataque de Froome, Porte y Mollema. Sin embargo, la caída del trío a causa de una moto, unido al descontrol que vino después, provocó que a Quintana se le diese en meta el mismo tiempo que al grupo de Yates, por lo que finalmente se dejó solamente 19 segundos con Froome, cuando iba a dejarse mucho más. Si la subida se hubiera producido sin altercados, Quintana habría perdido el Tour en el Ventoux; ya no les digo si se hubiera subido hasta la cumbre, y no hasta el Chalet Reynard. Además, por la tarde comenzó a filtrarse un vídeo en las redes sociales en el que se veía como Nairo Quintana se agarraba a una moto durante unos -varios- metros. Alegando excusas varias como «me habría caído de no haberme agarrado», el ciclista colombiano, que en ningún momento se vio afectado por la caída de Froome, no recibió ninguna sanción. Es más; en meta, le regalaron tiempo. Le dieron el tiempo del grupo de Yates, y eso que llegó a la meta unos 15 segundos después, previo agarre a una moto.
Aunque Quintana tuvo que haber sido sentenciado en el Ventoux, su defunción en la lucha por el amarillo fue firmada al día siguiente, en la contrarreloj. Aunque su última sensación sobre la cabra en la Ruta del Sur había sido excelente, donde ganó una crono llana de 10 kilómetros, las previsiones no eran buenas para Quintana que, efectivamente, se dejó dos minutos con Froome. No hizo mala cronometrada, ya que finalizó en 20º posición y marcó mejor tiempo que la mayoría de los hombres fuertes de la clasificación general, pero Froome, segundo en la etapa solamente superado por Dumoulin, se iba hasta los 3 minutos de distancia en la general. Sólo una resurrección en los Alpes podría darle a Quintana opciones de pelear por el amarillo. El día de Culoz, ideal para intentar realizar un movimiento táctico, ya que la etapa tenía seis puertos de montaña incluyendo el exigente Grand Colombier, Movistar no probó absolutamente nada. La falta de ambición por parte del equipo español fue lamentable; nadie se movió en una etapa que era perfecta para tratar de dejar sólo a Froome. Vista la superioridad del británico, no había otra que jugar con la táctica para tratar de derrotar al británico. Sin embargo, la ambición de Quintana y la de su equipo fue tan nula como lamentable.

Superada la etapa de transición camino de Berna y el posterior día de descanso, donde Quintana dijo ante los periodistas que su mayor rival seguía siendo Froome, la carrera se plantó en los Alpes. Cuatro etapas alpinas decidirían el Tour de Francia 2016, que para muchos de nosotros estaba ya decidido y desprovisto de cualquier tipo de emoción. La primera de ellas tenía el que ha acabado siendo el final más duro del Tour: el temible Finhaut Emosson, en Suiza. Esta era la última oportunidad de Quintana de dar un golpe sobre la mesa, lanzando un ataque que no llegó. Pero, en este caso, por falta de fuerzas. El corredor de Movistar no pudo responder ante el acelerón de Froome en los dos últimos kilómetros, y volvió a perder tiempo en meta. No sólo con el líder, sino también con la mayoría del resto de sus rivales. «Sólo ha sido un mal día» les decía a los periodistas después. Pero, al día siguiente, cuando volvió a dejarse tiempo más de 1 minuto con Froome en la cronoescalada a Megève, Quintana reconoció que no se encontraba como en los años anteriores. Desconocía las causas de su rendimiento, alegando una posible alergia. A falta de dos días se descartaba para ganar, algo que quedó del todo plasmado en la carretera. Ni siquiera con la caída de Froome al día siguiente camino de Saint Gervais animó a Movistar, que centró sus esfuerzos en mantener la tercera plaza del podio de Quintana y el primer puesto en la clasificación por equipos. Pocas veces se ha visto a Quintana tan fastidiado físicamente; gracias a Valverde, el colombiano salvaba los muebles. En la última etapa, el Sky se limitó a llevar a Froome a Morzine, que no recibió ni un sólo ataque, ni uno, en todo el día.

Nairo Quintana ha finalizado en tercera posición el Tour de Francia. Es un milagro que Quintana esté en el podio, ya que en ningún momento de la carrera ha sido capaz de marcar la diferencia en la montaña, terreno en el que ha sido claramente inferior a Froome, Bardet y Porte. Mucho le debe Nairo a Valverde, que se ha pasado el Tour tirando de su compañero. El murciano, que ha finalizado sexto, ha sacrificado sus propias opciones en la general para ayudar a Quintana; visto el resultado final, quizás no fue la mejor decisión. ¿Por qué no ha llegado Quintana al Tour en buena forma? Esto es algo que el Movistar deberá analizar, pero creo que se debe al sobreentrenamiento. Quintana tiene muchísima presión a sus espaldas, y es muy posible que le haya pasado factura durante los meses de preparación. Además, el de Bocayá ha competido muchísimo esta temporada antes del Tour, peleando por la victoria allá donde iba. Quizás sería mejor para él reservarse algo más durante la temporada para llegar más fresco al Tour.
Pero, sin duda, el gran problema de Quintana no reside en la forma física; este año no ha llegado bien al Tour, pero eso es algo que puede pasar, algo que entra dentro de lo normal. El problema principal de Quintana es la falta de actitud y de valentía a la hora de correr. ¿Donde está aquel ciclista que hace años atacaba de lejos, aquel ciclista que saltaba cada vez que veía una rampa? El año pasado, y esto de opinión tiene poco, Quintana habría ganado el Tour de haber jugado sus opciones con valentía. Se quedó a poco más de 1 minuto en la general de Froome, que durante la última semana de carrera no podía con las botas. Correr en el equipo Movistar, el conjunto más reservón del ciclismo, no ayuda, pero es culpa de Quintana el haber perdido ese ciclismo ofensivo que hace unos años le caracterizaba. Tiene 26 años, ha corrido tres Tours y ha subido al podio en los tres. Tiene muchos años por delante para ganar la mejor carrera del mundo, y sin duda tendrá opciones de lograrlo, pero jamás ganará el Tour de Francia, el #SueñoAmarillo más bien transformado en pesadilla, si su actitud en carrera no cambia drásticamente.
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