Cómo me hubiera gustado haber grabado la conversación de casi dos horas que mantuve el martes con Teresa en una cafetería de la calle Velázquez, en el centro de Madrid. Mucha gente habría visto de una vez por todas que una mujer guapa a la que llaman para determinados eventos no es sólo una chica que cuida su cuerpo y luce bien. Hace un trabajo, exactamente igual que el funcionario o el empresario que va a trabajar todos los días. En concreto, Teresa, extremeña afincada en Madrid desde hace 3 años, acudió a La Vuelta para poder pagarse sus estudios. Por otra parte, da gusto encontrar gente que no te ponga pegas para hablar, o a la que no tengas que perseguir para hacer dos preguntas; es más, Teresa no ha podido dar más facilidades para realizar una entrevista que acabó siendo una muy agradable charla sobre todo tipo de temas:
Repetiría, sí, pero no sé puede. ¿Por qué? Quieren caras nuevas. Me consta que trabajáis mucho: Así es; dormíamos cuatro horas. Nos levantábamos pronto, íbamos al punto de control y allí jugábamos con los niños, repartíamos camisetas…, lo que tocase. Tras comenzar la etapa, las cuatro (azafatas) junto a nuestra coordinadora conducíamos por turnos hasta la meta. Después, organizábamos el podio, dábamos los premios, y volvíamos al hotel, que por lo general estaba a unas dos horas de coche. Hubo días que llegamos al hotel a las dos de la mañana, y teníamos que levantarnos a las seis. Sorprendido por la cantidad de horas que estaban en movimiento (sabía que trabajaban mucho, pero no tanto), le pregunto por los servicios que les daba La Vuelta. No voy a mentir; no me sorprendió que Teresa me dijera que, en algunos aspectos, eran pésimos: los bocadillos de la comida estaban duros como una piedra. Entre eso y que no nos daba tiempo, no comíamos. Después, en los hoteles, había mucho cachondeo con el tema de los equipos a los que les tocó un hotel «de esos» (lo entenderán cuando vean esta foto que subió Joe Dombrowski, el ciclista del Cannondale). A nosotras no nos tocó ir a uno de esos hoteles, pero, por ejemplo, en la mayoría de ellos las habitaciones sólo tenían un enchufe, eran pequeñas, incómodas para dos personas… ¿pero cuánto os habéis gastado por habitación, 10 euros? No estoy pidiendo que me lleves a un hotel de cinco estrellas, pero… Que la organización de La Vuelta es ampliamente mejorable no es ningún secreto, basta con poner la tele y ver una etapa. Pero hombre, que menos que poner a disposición de tus empleados una comida decente y unos hoteles (otro tuit de Dombrowski, que anduvo inspirado en Twitter durante la Vuelta) con un nivel determinado.
Cuando le saco a Teresa el tema del machismo y de la retirada de las azafatas en los podios de determinadas carreras, me comenta enseguida:

no me parece bien. Tú que prefieres; ¿que sea un señor normal el que te de el premio, o una chica guapa? Me parece perfecto que en carreras femeninas estén poniendo azafatos. Esta no es una profesión exclusivamente de mujeres. Pero no me parece bien que el único argumento que se de para retirar a las chicas de un podio sea que es machismo. Ellas sólo están trabajando, ganándose la vida. Personalmente, lo único que retiraría del podio serían los besos que las mujeres dan a los ciclistas que suben al podio, y así se lo planteo: a ver, lo entiendo… pero es el protocolo. Al fin y al cabo, no es más que un saludo.

Por supuesto, mi condición de cotilla me obligó a preguntarla por «la salsa» de La Vuelta: no, no había roces entre los ciclistas después de las etapas, y me sorprendió. Con lo que se esfuerzan, me parece que los fisios deberían atenderlos en meta, no al llegar al hotel. Cuando iba en el coche, veía unas cuestas que pensaba: aquí se mueren. Y en los descensos… yo, que tengo vértigo, lo pasaba mal. He de reconocer que, hasta que me llamaron para ir a La Vuelta, no entendía de ciclismo. Ahora controlo un poco más, y la verdad es que los ciclistas se esfuerzan mucho. Hubo días que se tiraban al suelo nada más cruzar la línea de meta por puro agotamiento. Les costaba respirar. Por supuesto, no pude evitar preguntarle por las distancias cortas: Nairo Quintana es muy educado y Contador muy cordial, al igual que Froome. El que mejor me cayó fue Gianni Meersman, que es súper cordial. Me hubiera encantado que alguno me hubiera regalado un maillot por orgullo propio y de recuerdo por participar en la vuelta y ser una de las niñas de podium.
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