Cuesta, para qué nos vamos a engañar. Se hace difícil ver a Alberto Contador en estas condiciones. Ya no es el mejor, le cuesta muchísimo subir con los mejores y sus ataques han perdido potencia. Es lo que tiene, por otra parte, haber estado 10 años en la élite del ciclismo. Francamente, yo era de los que pensaba que Contador podía llevarse este Tour. Me he dado de bruces con la realidad, y honestamente pienso que él también lo ha hecho. Con caídas o sin ellas, el corredor de Pinto nunca habría podido ganar la mejor carrera del mundo por cuarta vez. Su cuerpo ya no se lo permite. Pero yo no olvido.

El Etna. El Angliru. El Mortirolo. El Tourmalet. Fuente Dé. Verbier. Ancares. ¿Cómo voy a olvidar todos estos momentos? No le voy a dar la espalda al deportista que más alegrías me ha dado en mis 20 años de mi vida. No le voy a dar la espalda al ÚNICO CICLISTA que ha salvado el espectáculo en este Tour de Francia. Contador tiene derecho a retirarse cuando le de la gana, que se lo ha ganado. Se ha ganado que, como mínimo, se le respete y que, cuando hablemos de él, tengamos un poquito de memoria. En las rampas de la Croix de Fer y del Galibier demostró que, sin ser ya el mejor, sigue estando en la primera posición, y con mucha distancia sobre el segundo, en el ranking de la valentía y el tesón.
Llevo 10 años pedaleando con Contador, alegrándome en sus victorias y sufriendo en sus derrotas. Y, en todos estos momentos, ha habido siempre un ingrediente común: el orgullo. El orgullo que he sentido viendo a este muchacho de Pinto en cada carrera que ha corrido. ¡Vamos Alberto!
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