Tras un largo periodo invernal, la temporada ciclista vuelve a despertarnos de este largo periodo de “impás”, en el que tal vez este último se nos haya hecho demasiado extenso, viéndonos obligados a tratar según qué temas que hubiéramos preferido que no coparan la atención ciclista o del deporte en general. Y es que, al margen de todo eso, la temporada arranca poco a poco, a través de los campeonatos nacionales australianos y las primeras etapas del Tour Down Under. Pese a todo, aún nos cuesta calentar motores y darnos cuenta que la acción ha vuelto para quedarse, una vez más.
Pero el “momento Willunga Hill” ya es definitivo. Volver a visualizar esa corta pero intensa y calurosa batalla por las giratorias rampas cercanas a Adelaida es la confirmación definitiva de que la temporada ha arrancado ya, en todos los sentidos. Volver a ver vencer a Richie Porte parece el cuento de la marmota, y más si lo vuelve a hacer de la misma forma de siempre: un ataque cercano a meta, largo e intenso, tanto como sea necesario. Hasta que se queda sólo. Y siempre lo logra. Volvernos a encontrar con la imagen del corredor tasmano alzando los brazos en meta nos obliga a asegurarnos si realmente no estamos revisualizando el final del año pasado, o quizás del otro.
Aparentemente, es la historia de siempre, es el tradicional pistoletazo de salida hacia otra larga y prometedora temporada, con sus más y sus menos, con sus cambios en el World Tour, que veremos cómo afectan y encajan, y con nuevas promesas que llegan. Y, por qué no decirlo, con también algunas incertidumbres de por medio.
En realidad, nada ha sido igual. Para Richie, esta vez, no se trataba únicamente de volver a defender el legado en “su” cima, sino de algo mucho más trascendental: confirmarse a sí mismo que ha regresado y que, como mínimo, sigue siendo el de siempre. Pocas veces habrá necesitado tanto una victoria. Y es que la caída en el pasado Tour fue tan fea a primera vista como grave en su posterior diagnóstico. Tal vez no vuelva a ganar la carrera de su casa esta vez, pero visto lo visto, poco importa. La liberación en lo personal para él ha tenido que ser importante, enorme. Y a nosotros, los aficionados, que apreciamos y queremos a todos los ciclistas por igual, nos alegra, nos ilusiona y nos emociona poder ver regresos de este calibre. Somos así de empáticos. Sin compararlo con el nivel de emotividad vividos en su momento por Contador y Valverde, podemos afirmar que Willunga ha vuelto a suponer la confirmación de un gran regreso.
Richie ha vuelto, claro nos lo ha dejado, ha recuperado la ilusión tal vez nunca perdida, y con ello también ha vuelto, ahora sí que sí, el ciclismo y nuestra alegría. La de todos los que queremos este deporte. Y esta vez ha sido doble.
Por ahora, no podemos pedir más.

Qué ilusión, ya huele a primavera. El invierno quiere acabar, el ciclismo vuelve. Nueva etapa, nuevas emociones.
De la mano (o del pedal) de sus ídolos, los amantes del ciclismo retoman el impulso de la carretera.
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