Ayer vivimos otro esperpento en forma de Monumento en la Milán-San Remo. Los 280 kilómetros que precedían al Poggio recordaban más a una etapa llana (y de las malas) del Tour que una clásica con tanto renombre. Por fortuna, el Poggio casi nunca defrauda y ayer no fue una excepción. El italiano Vincenzo Nibali atacó en la subida, consolidó la ventaja en el descenso y lo administró en el llano para llevarse su tercer Monumento. Su victoria, conseguida en gran parte por su valentía, junto a las recientes declaraciones de Sagan, me llevan a escribir este artículo en el cuál trataré de vanagloriar al ciclismo valiente, ofensivo y que prima el espectáculo a tener una carrera más en su palmarés.
El debate entre un ciclismo valiente y espectacular frente a uno pusilánime y conformista es muy popular, y más en España, dónde los últimos años ha habido dos ciclistas que han reflejado muy bien estas dos formas de entender el ciclismo.
Entiendo que un ciclista decida ser más conservador y priorizar victorias a espectáculo. Al fin y al cabo, ellos son los que se sacrifican, los que se pegan auténticas palizas, sufren caídas… etc. Pero, ¿y los aficionados? ¿Cómo un aficionado puede preferir un ciclismo amarrategui que al otro?
Que los defensores de este ciclismo utilicen el argumento de «hacen lo que tienen que hacer» y sí, es verdad, Valverde tiene esa forma de correr porque es prácticamente imbatible en los últimos metros de cualquier carrera. Pero como aficionado, no se puede defender ese ciclismo y decir que es bonito. Es un ciclismo aburridísimo. Mirad los últimos Tour de Francia; el conformismo, los ataques en las vallas, todos defendiendo su puesto en vez de atacar al que tienen por encima. ¿Acaso os ha divertido?
Para mí, el ciclismo tiene que ser el ciclismo de Sagan, de Nibali, el de Wellens. Un ciclismo valiente, ofensivo, que te haga levantar del asiento y sentirte orgulloso de este deporte. Me niego a pensar que tenga el mismo valor esta victoria de Nibali en la San Remo, ganando en un territorio desfavorable respecto a otros ciclistas que la de, por ejemplo, Démare en 2016, que se limitó a aguantar y a ganar gracias a su capacidad.
Un ciclista ofensivo gana en carreras cuya situación o no le benefician, un ciclista que se limita a no perder depende únicamente de sus piernas, no tiene más recursos. A estos ciclistas le quitas el palmarés y no son nada. A Sagan le quitas su palmarés y te queda un guerrero. Alguien al que hay que agradecerle tantas tardes de entretenimiento.
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