Cuando Sagan no es Sagan

Ser campeón del mundo tres veces consecutivas tiene un lado negativo. Todo el mundo quiere ganarte. Eres el rival a batir. Sagan, que a veces parece nuevo en esto, no acaba de entender el por qué de que, en muchas ocasiones, no le den un sólo relevo. Pues, porque como se vio ayer en la Gante-Wevelgem, cuando tratas a Sagan como uno más, estás perdido.

Tras tener un mal día el pasado viernes en el E3 Harelbeke, los Greg Van Avermaet, Philippe Gilbert y compañía se han confiado y no han marcado a Peter Sagan como lo hubieran hecho en otra ocasión. Grave error. Sin dar la cara, a rueda de los ciclistas del BMC y de sus compañeros, Sagan pasó los muros perfectamente colocado, no se despegó de la cabeza de carrera en la última media hora de carrera y en el esprint final barrió a sus rivales. Elia Viviani, segundo, podría haber plantado cara al campeón del mundo, pero comenzó a esprintar mal colocado y no le dio tiempo a cazar a Sagan, que pese a no contar con nadie que le lanzara se abrió por la parte izquierda del grupo con facilidad. Como un niño enrabietado al que no le dejan jugar en el recreo, el italiano, mostrando una actitud bastante lamentable impropia de un campeón olímpico como lo es él, se puso a dar manotazos al manillar para después ponerse a llorar desconsolado en los brazos de los auxiliares del Quick-Step. En fin. Cerró el podio Arnaud Démare, que se está confirmado como un especialista en esprintar cuando las distancias son largas, tercero en un esprint en el que realmente nunca tuvo nada que hacer ante Peter Sagan.

El triple campeón del mundo ha conseguido ganar por tercera vez esta clásica belga, la carrera de primer nivel, junto al Mundial y el Tour de Francia, que mejor se le da. Esta sería su cuarta victoria si el año pasado no se hubiera enrabietado absurdamente con Niki Terpstra. No le relevaban, se cabreó y dejó ir a Van Avermaet.

No cabe la menor duda de que en 2018 estamos viendo una versión más conservadora de Sagan, por mucho que se trate de decir lo contrario En la Tirreno-Adriatico, más allá de las llegadas masivas, apenas se dejó notar. En la Milán – San Remo, con todo el mundo pendiente de su rueda, no quiso salir a por Vincenzo Nibali en el Poggio. En el E3 no se metió en carrera y ayer mostró una versión defensiva como pocas veces hemos visto en él. ¿Será este el Peter Sagan que veremos a partir de ahora? ¿Un Sagan calculador, frío, que no arriesga y espera al fallo de sus rivales? Desde luego, sus declaraciones, en las que siempre antepone el espectáculo a cualquier otra cosa, invitan a pensar que no, aunque sus últimas actuaciones, que es lo que cuenta al fin y al cabo, me hacen dudar. El Tour de Flandes, dentro de una semana, despejará nuestras dudas.

 

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