Soy un enamorado del ciclismo. Me encanta verlo y disfruto con él, porque transmite unos valores de sufrimiento y de entrega que son incomparables con cualquier otro deporte. Es un deporte de dejarlo todo, de épica y de grandes gestas. Todos estos factores son los que me motivan y me inspiran en mi vida, en mi día a día, representan la lucha constante y sin cesar por aquello que queremos, dejándonos el alma en búsqueda de aquello que anhelamos. Es inspirador. Sin duda, el ciclismo es mi deporte.
Sin embargo, me agota muchísimo toda la conspiración que rodea los asuntos de dopaje. Si yo creyera que todos van limpios y que todos los que se saltan las normas pitan y se les sanciona, nada cambiaría realmente. Eso sería lo ideal. El problema ya no es que algunos den positivo, sino que, de entre ellos, algunos son sancionados y otros no. Todo depende de quién seas y del equipo en el cual corras. Se ríen de nosotros.
No puede ser que, por mucho que se haya dopado, sanciones a un corredor alegando en sentencia que no se ha demostrado su culpa o su dopaje voluntario. No puede ser que tardes ¡ocho años! en sancionar a un corredor que ahora mismo todo esto se la trae al pairo, porque ahora se dedica al surf y a repartir leche. No puede ser, tampoco, que después de una sanción por clembuterol, luego ya no se castiguen más casos por esa misma sustancia, ni en ciclismo ni en cualquier otro deporte. Y no puede ser que a otros que presentan anomalías en su pasaporte biológico, cifras tremendamente altas de salbutamol en su orina o que pueden correr como quieran, no les suceda nada porque un deplorable TUE supuestamente lo permita. Según convenga, alguien es o no culpable, todo depende, como he dicho, de quién sea, de lo potente que sea el equipo que le respalda, y de si teóricamente su dopaje es o no permitido. La vara de medir no es la misma, ni por asomo. Y todos sabemos por qué.
No nos engañemos, el ciclismo y su manera de hacer es la misma hoy que la de hace una, dos o las décadas que queramos mirar atrás. Lo ideal, por supuesto, sería erradicar el dopaje, cosa que hace tiempo que creo imposible. Pero basta ya de gilipolleces y de hipocresías. A mí ya me da igual cómo vayan, por mí que tengan barra libre todos -igual ya la tienen-, pero que se les trate a todos por igual. Tan solo quiero disfrutar del espectáculo que nos ofrecen, pero no quiero seguir viendo cómo este deporte tan duro y tan admirable se sigue disparando y agujereando ambos pies a cada paso que da. No es más sucio que otros deportes, pero aquí se quiere aparentar algo que queda a medio camino entre arreglarlo y dejarlo todo aún peor. Y ese mejunje solo puede resultar en un potaje vomitivo y deplorable. Por mí, y lo digo con toda sinceridad, que vayan todos igual y se les deje hacer, que se permita el dopaje como se permite la cafeína, considerándolo ello una estrategia de preparación más con la cual todos los equipos y corredores cuenten. No es que lo desee, pero al menos se pondría fin a toda esta hipocresía y a toda esta manipulación. Sería el adiós definitivo a toda esta mafia que beneficia a los poderosos y machaca a los más débiles. Sería, de una vez por todas, ir de cara. El aficionado al ciclismo lo sería siendo conocedor de todo lo que hay, desde lo más magnífico y épico hasta lo menos estupendo. Dejaríamos, en definitiva, de conspirar sobre absurdos secretos a voces y este increíble deporte dejaría también, de una vez por todas, de dar risa.
Juanjo Cobo ya no es el ganador de la Vuelta a España del 2011. Han pasado 8 años. Y ahora, ¿quién más debe ponerse a temblar?
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