El recuerdo del sprint en Dublín

Aún no estamos en otoño, pero la hoja ya había cogido ese tono más marrón que verdoso. Tras un tiempo de reflexión, apartado de la esfera del ciclismo de élite, Marcel Kittel ha decidido colgar definitivamente la bicicleta.

No es ningún drama; el alemán es joven, guapo, y con toda la vida por delante. Su deporte le ha proporcionado muchísimas alegrías, no se podrá quejar de su trayectoria (cosa que no ha hecho). Pero lo que me llama la atención son los motivos. Al margen de su –a priori– corta edad para dejarlo (31 años), tras leer su carta abierta (https://www.marcelkittel.de/en/), entiendo por lo que cuenta que los principales desencadenantes de su retirada han sido dos: presión y motivación.

Estos dos elementos se dan por hecho en el deporte de alto rendimiento y, si me lo permitís, en el ciclismo un poco más que en otros. No por ello deben pasarse por alto y no pararse uno a reflexionar. En cuanto a la presión, el ya excorredor apunta hacia la actitud que tenía su último equipo (Katusha-Alpecin) hacia él. No deja de ser curioso, ya que obviamente presión habrá tenido en sus anteriores equipos, más aún si tenemos en cuenta que a un velocista se le exige ganar casi siempre y, en este caso, estamos hablando de un corredor muy cotizado y que cobra una alta ficha. Entendemos que, hasta cierto punto y teniendo en cuenta que todos somos humanos, le presionaran. Ahora bien, algo tiene que haber cambiado en cuanto a este punto si él habla de exceso de presión ahora que ha estado en un equipo diferente.

Por otro lado, como he comentado, tenemos la motivación. No me aventuraría a decir si este elemento es más o menos importante que el anterior. Supongo que no es necesario compararlos, porque además creo que van bastante unidos de la mano. Si te sientes demasiado presionado, tal vez eso te impida rendir al máximo, cosa que -creo yo- puede desembocar en falta de motivación. Pero si la miramos a ella sola (a la motivación), también tiene su qué. Y es que tiene que ser muy complicado intentar llevar la vida de un ciclista profesional. No me hace falta probarlo para podérmelo imaginar. Tal vez sea yo muy empático, pero con saber que estos atletas entrenan una cantidad superlativa de horas al día, que no pueden descuidarse ni un pelo con la comida, que hacen concentraciones en altitud durante semanas, que se pasan la mayor parte del tiempo viajando y lejos de los suyos… Contemplando todo este panorama ya me hago a la idea de que este estilo de vida no se amolda a todos, precisamente. Además, la mayoría de las veces no ganan las carreras en las cuales participan. Eso si ganan alguna vez.

Marcel Kittel ha sido un fenómeno sobre la bicicleta, ha llegado a ser el gran dominador de las llegadas masivas. Pero incluso durante su trayectoria profesional ha tenido sus altibajos. Salud al margen, la motivación entró casi siempre en juego. Y yo le entiendo. Porque no es nada fácil. ¿Compensa todo el sacrificio a cambio de una victoria? Pues para Kittel ya no. Lo fue durante muchos años, pero ha llegado a su límite, algo muy humano. Y, por qué no decirlo, hay vida más allá de las dos ruedas y uno puede tener la cabeza en otro sitio. Sea el que sea. Y cuando esas sensaciones llegan, lo mejor es ser honesto y dejarlo estar. Pasar página y llevarse lo mejor de la experiencia que se deja atrás, que siempre sirve. Imagínense lo caro que sale todo esto incluso para alguien a quién las cosas le estaban sonriendo y viniendo en cara. Solo puedo desearle lo mejor en adelante.

Como momento cumbre en su trayectoria ciclista, creo que casi todo aficionado ciclista se quedaría con el mismo que yo, que esta vez no voy a ser original en mi elección, pero sí sincero, porque es mi favorita.

En el Giro de Italia del 2014, concretamente en la tercera etapa, con llegada al sprint en Dublín (la carrera rosa partía de allí en aquella edición), el alemán llegó a los metros decisivos muy mal posicionado. Lanzada ya la “volata”, y cuando ya prácticamente todos le habíamos descartado para la victoria, apareció como un auténtico misil para imponerse “in extremis” sobre le línea de meta. Dicho así parece una disputa de etapa cualquiera, pero la realidad fue algo diferente. Una muestra de superioridad ante el resto de rivales que yo ni había visto hasta la fecha, ni la he vuelto a ver posteriormente. Supongo que las imágenes hablan por si solas. Hay veces que las palabras no son suficientes como para expresar según qué maravillas, porque el mundo real siempre estará por encima. Por eso, prefiero dejaros a continuación el enlace al vídeo en el cuál podréis deleitar lo que de alguna forma he tratado de explicar aquí: https://www.youtube.com/watch?v=w1kzOwnNbLg

Como última reflexión, me gustaría recalcar algo que parece obvio pero que tal vez no lo sea tanto: la retirada de este hombre debería hacernos valorar un poco más si cabe este deporte, tener en cuenta lo duro que es, y que como espectadores estamos en nuestro derecho a exigir, pero siempre hasta cierto punto. A veces olvidamos -en esto me incluyo- que ellos son humanos y que no todos los días pueden dar el máximo espectáculo que nosotros querríamos ver. Porque es así. Son personas y tienen unos límites, igual que nosotros los tenemos en nuestras vidas cotidianas y en nuestros trabajos, y también a nosotros se nos deben permitir momentos de bajón y etapas de debilidad. ¿O no?

Hasta pronto, Marcel. Y, sobre todo, mucha suerte.

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