Poulidor, el ciclista que resulta imposible de olvidar

Tengo por costumbre o manía dedicar unas palabras de homenaje a los héroes del ciclismo que poco a poco nos van dejando. Hace unos días fue, muy a pesar de la comunidad ciclista, el turno del reconocido Raymond Poulidor, así que aunque ya todo el mundo le haya dedicado unas palabras de despedida, yo no he querido ser menos a pesar de llegar con un notable retraso. Y es que creo que lo que se hace con el corazón, difícilmente puede llegar tarde a cita alguna.

Cuando empecé a seguir el ciclismo profesional, aún no sabía de las grandes leyendas del pasado, ya que lo habitual suele ser que uno se empiece a enganchar a este deporte por sus corredores contemporáneos, porque le encanta la bicicleta y la libertad que otorga, o simplemente porque otra persona le ha enseñado los vicios de esta droga sin castigo alguno.

Pero no tardé en empezar a escuchar los nombres de los grandes ciclistas que han marcado de una forma más evidente la historia de este deporte a lo largo de más de un siglo de historia. Los motivos son claros: tengo cierto interés por la historia -más aún si es sobre algo que me gusta-, y soy un enamorado de las grandes gestas y de la épica. Nunca voy a desmerecer el ciclismo de hoy en día, cada época trae consigo lo suyo y ningún periodo es ni mejor ni peor que el anterior, tan solo diferente. Pero es cierto que el ciclismo de hace ya bastante, seguramente por lo menos profesionalizado que estaba, provocaba a partir del descontrol que existía, la posibilidad de que se acontecieran anécdotas y momentos que merecen ser recordados y que hoy día nos llegan gracias al trabajo de periodistas, redactores de artículos y crónicas, etc. Admito también que muchas historias se pueden haber exagerado para acabar de darles ese punto que las eleva y convierte en algo mítico, pero eso es también parte de la gracia y, como en todas las grandes historias, no deja de ser bonito y bello.

Poco a poco empecé a familiarizarme con los nombres que más se repetían por allá donde leía o tenía la posibilidad de visualizar algún documento visual: Anquetil, Coppi, Merckx, Hinault… hasta que escuché el nombre de Poulidor. No tardé en aficionarme a lo que había hecho y logrado ese tipo. Lo primero que nos llega a todos sobre Raymond es que fue “el gran segundón del Tour de Francia”. No pasó mucho tiempo hasta que tuve claro que esa etiqueta no le hacía justicia, o que si de algún modo sí lo hacía, debía ser matizado con notas al pie, cogido con pinzas o justificándolo realmente bien y con todo el cuidado y cariño posible.

La rivalidad entre los franceses Jacques Anquetil (izquierda de la imagen) y Raymond Poulidor (derecha), es una de las más conocidas y populares de la historia del ciclismo. Un duelo que dividió a todo un país y el cual en la carretera lo ganó siempre Jacques. La carrera por el cariño y reconocimiento del público ya fue otra historia. Esta imagen en concreto es una de las más clásicas y recordadas, además de ser una de las que, por el balanceo y cercanía de bicicletas, ruedas, y tubulares, y gracias a las expresiones faciales, es de las que mejor representa y resume una época que llegó a ser muchas cosas al mismo tiempo. Entre ellas, un periodo dorado e inolvidable.


No me voy a poner a resumir su palmarés porque eso lo resuelve rápidamente una búsqueda por Google, pero sí destacaré la proeza que supone haber estado tantos años en forma para lograr todo lo que logró. Para mí, este señor merece el maillot verde (el de la regularidad), extendido a toda su carrera. Ha ganado muchísimas carreras importantes del calendario ciclista y, aunque no lo parezca, ha logrado grandes proezas también en el mismo Tour de Francia. Se ha enfrentado a grandes campeones como son Anquetil y Merckx que, aunque ambos fueron mejores vencedores, fueron menos longevos que nuestro protagonista. A pesar de lo bonito que esto pueda sonar, la realidad es que debía ser complicado para él mantener siempre la compostura cada vez que se quedaba a las puertas de ganar la gran carrera de su casa. Es fácil tener siempre buenas palabras mientras se saborean las mieles de la victoria, así que la derrota exige en ese sentido también un grandísimo esfuerzo. Y, si no me equivoco en esto, nunca se le escuchó ninguna palabra más alta que la otra, ni tampoco se le pudo sonsacar una declaración fuera de tono. En ese sentido, Raymond Poulidor estuvo siempre en perfecta sintonía con el deporte al cual amaba incondicionalmente. 

El público (sobre todo el francés), pero también el aficionado ciclista en general, le ha tenido siempre un grandísimo cariño y admiración (a decir también que se suele tener preferencia por el que no gana tanto). Tengo la sensación de que es un cariño y reconocimiento que el propio corredor pudo disfrutar no solo en su etapa profesional, sino también posteriormente y hasta después de su fallecimiento. 

Teniendo en cuenta mi carácter, no podía sino sentir una profunda admiración y respeto hacia un corredor que sudaba sangre, que luchaba y luchaba, y que nunca desfallecía por muchos tiros al poste que lanzara. Simplemente porque amaba el ciclismo. En un deporte tan duro, a veces su belleza no es suficiente para compensar tantos sacrificios durante tantos años. Si te mantienes ahí a pesar de todo durante tanto tiempo, eso solo puede querer decir que realmente amas lo que haces y que tu vida tiene un sentido y un propósito, y eso es algo envidiable porque al final llega un punto en el cual el dinero queda -aunque siempre sea indispensable-  en un segundo plano. A mí siempre me han representado las personas que dignifican este tipo de valores, sean del ámbito que sean, porque creo que estamos hablando de un tipo de ser humano que es un modelo de vida para casi cualquier cosa y que es capaz de transmistir inspiración a cualquiera, y que nos puede motivar y animar a todos a alcanzar nuestros propósitos y, sobre todo, a superar nuestras dificultades y miedos que encontramos en el día a día, algo de lo que, por desgracia, nadie se libra. Porque no somos máquinas.

Los que sigan el ciclocross y, desde hace unos meses también el ciclismo de carretera, saben bien el relevo que Poulidor nos ha dejado como nieto en forma de grandísima estrella. Mathieu van der Poel se encargará desde ya de mantener vivo el recuerdo de un antiguo ciclista que hace tiempo que se convirtió en leyenda, pero que ahora además ha pasado a la eternidad y se ha unido en el Olimpo ciclista al resto de campeones que tuvieron el honor de compartir vivencias deportivas con él.

Cabe decir que estaremos encantados de seguir las andaduras del pequeño Poulidor, aunque también es preciso y de justicia matizar que, si hablamos de Raymond Poulidor, su propio nombre y apellido ya nos transportan de por si a un personaje y a un legado prácticamente imposibles de olvidar y que no necesitan de recordatorio alguno.


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