Se ha venido especulando mucho durante los últimos días sobre qué va a suceder con los eventos deportivos que tienen fecha de celebración casi inmediata. Está claro que, a pesar de no ser una prioridad a nivel mundial, el desajuste es evidente y todos deberán adaptarse a las circunstancias.
En medio de todo este desbarajuste se encuentra, inexorablemente, el ciclismo. Ya hemos visto cómo se han venido suspendiendo carreras que ya deberían haberse celebrado, y otras que están por venir, como es el caso de las clásicas italianas y sobre todo belgas, tampoco podrán celebrarse. El Giro de Italia también sufrirá la misma circunstancia.
El Tour de Francia se celebra en Julio y hasta hace no mucho aún existía entre el aficionado ciclista la esperanza de que al menos la “Grande Boucle” se salvara de toda esta crisis y pudiera celebrarse con normalidad. Pero los recientes pronósticos pesimistas que nos llegan apuntan a que, si bien puede haber posibilidades de que se dispute, no se haga con total normalidad.
La posibilidad que se ha venido planteando es que se haga a “puerta cerrada”. Lo pongo entre comillas porque así es como lo he venido leyendo yo y porque además tiene todo el sentido del mundo que las coloquemos. ¿Cómo puede un deporte como es el ciclismo de carretera celebrarse a puerta cerrada? Está claro que es una forma de hablar. En este caso, viene a decirnos que se baraja la posibilidad de que se celebre sin dejar que el público asista a las cunetas para animar a sus corredores favoritos.
Se decida lo que se decida, es un asunto (por no decir un marrón) que deberán solventarlo -y según he leído por ahí- entre la ministra francesa de deportes y la ASO (la empresa que organiza varias carreras, entre ellas el Tour de Francia).
Las cosas son como son y por mucho que digamos no depende del aficionado cambiar el rumbo de las cosas ni de las decisiones. Pero dado que es el aficionado quien ve las carreras y las disfruta, supongo que tiene todo el derecho a opinar. El debate es si debería celebrarse de la forma que se expone o no celebrarse. Algunos frentes apuntan que, si bien sería extraño por lo inhabitual de la situación, es cierto que el ciclismo es un deporte que no vende entradas para verse en directo y los ingresos se obtienen a partir de los derechos de televisión, de manera que el Tour podría seguir disfrutándose desde la distancia y la comodidad del sofá de casa.
Si bien esto no deja de ser cierto, yo esta visión de las cosas la veo tremendamente fría. En mi caso, no me imagino una carrera ciclista (aunque la esté viendo desde casa) sin público en las cunetas, y aún menos si hablamos del Tour de Francia, la carrera con más seguimiento a nivel mundial. La solución que proponen me da la sensación que está hecha para salvar los muebles, una manera de decirnos que “se va a disputar sí o sí, por narices”.
Me encanta el ciclismo y me daría mucha pena que no se celebrase, pero prefiero eso a que se celebre de esta forma. He encontrado opiniones que aseguran que tampoco sería grave, que la mayoría de veces los ciclistas no hacen ni caso a los aficionados. No lo niego, pero se debe tener en cuenta el estado de concentración en el que se encuentran los ciclistas en ciertos puntos de la carrera, pasando una grandísima tensión que solo les deja pensar en lo que están haciendo y a menudo no llegan ni a darse cuenta de los bellos paisajes que les rodean, simplemente porque no tienen tiempo.
Mi visión seguramente sea muy romántica, pero el ciclismo siempre se ha debido al aficionado. El que acude a las cunetas no aporta a nivel económico, eso está claro, pero aporta a nivel moral y humano (resulta curioso ahora fijarse en el nombre de esta página web). El ciclismo está hecho de ciclistas y de aficionados. Si le quitamos una de estas partes ya deja de ser ciclismo en su plena esencia. Seguro que para muchos corredores no sería lo mismo (ni por asomo) ascender los grandes puertos de los Pirineos o de los Alpes sin la presencia de ese público que les rodea y les anima hasta el punto de darles alas y fuerzas para seguir entregándose hasta la cima de cada puerto de montaña. Esto no lo digo yo, sino que lo han admitido infinidad de ciclistas profesionales, y me niego a pensar que lo digan por decir.
Por poder, claro que se puede hacer un Tour de Francia “a puerta cerrada” (la expresión en sí ya suena ridícula). Desde luego que se mantendrían los derechos e ingresos de las televisiones de los diferentes países. Desde luego que tendría un gran seguimiento (entre otras cosas porque sería el único deporte que se estaría celebrando a nivel mundial). Desde luego que si se celebra yo también lo veré. Pero por mí que lo dejen estar. Que no se molesten.
Si les importa tan por encima el dinero que el aficionado, a mí ya me dan ganas de vomitar. Digan lo que digan, lo que siempre ha diferenciado al ciclismo de otros deportes, lo que le hace especial, es que el público es una parte muy importante y tiene el privilegio de disfrutarlo sin coste alguno (como si de por si ya fuera poco acampar con la furgoneta en medio de un puerto alpino). Y la gran mayoría de aficionados son muy respetuosos con los ciclistas, cosa que me aventuro a decir que no sería igual si habláramos de otros deportes. Así que creo que el aficionado no se merece, ni de lejos, ni este golpe ni tampoco este castigo. El ciclismo no se merece esto. Ya bastante mal lo estamos pasando tod@s en las actuales circunstancias como para que encima tengamos que recibir este trato. E insisto, está claro que el deporte es la última de las prioridades en este momento, pero si nos ponemos a hablar, hablamos claro.
Muchos ánimos y salud para tod@s. Nos leemos pronto.
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