No sabía qué título ponerle a este artículo, pero creo sinceramente que ha acabado teniendo el adecuado, aquel que refleja perfectamente lo que prácticamente cualquier aficionado al ciclismo le diría a Lance Armstrong en estos momentos.
Hace poco, el ex ciclista americano anunció que estrenaría -y en exclusiva para la cadena de pago ESPN- un documental a través del cual, supuestamente, nos iba a desvelar algunos detalles sobre su época de corredor que aún desconocíamos casi todos. Este documental, dividido y estrenado en dos partes, casi se podría considerar como una entrevista, solo que partida en dos, estrenándose cada parte con una semana de diferencia.
Creo que la mayoría no esperábamos la entrevista con gran expectación, y es que la sensación general era que al tejano le habrían pagado bien por ella y además le serviría para volver a recuperar un poco más de cuota de protagonismo. Realmente, gran parte de la verdad sobre su historia ya nos la ha contado muchas veces y, quieras que no, a pesar de algunos flecos sueltos, la historia ya nos la sabemos y ya no queremos indagar mucho más en ella.
A pesar de anunciarse él mismo bajo el titular “Esta vez os contaré mi verdad”, yo pensé que mucho más por rascar no había. Pero admito que existía en mí cierto grado de curiosidad, aunque solo fuera por el morbo. Seguro que no he sido el único. De todos modos, pensándolo un poco, a uno le deja un tanto frío eso de “mi verdad”. Al fin y al cabo, ¿la verdad de alguien equivale a “la verdad absoluta y objetiva”? De haber sido así, igual sí que algo más de interés hubiera podido captar por parte de todos.
No me escondo. Admito que una parte de mí siempre ha defendido a Lance Armstrong. Al fin y al cabo, mis primeros recuerdos viendo ciclismo fueron teniéndole a él en pantalla durante sus mejores años, así que el recuerdo es el que es y eso no va a cambiar. De modo que, el día que anunció lo que ya sabemos, me vine un poco abajo.
Con el tiempo, empecé a ponerle perspectiva a las cosas. Entendí que él era parte de un sistema en el cual todos debían pasar por el aro. Por supuesto, eso no le justifica, pero a él le ha tocado representar ese castillo, para lo bueno y para lo malo, y está claro que se le ha castigado con mucha dureza. De hecho, con muchísima más que a otros ciclistas que han actuado de igual forma y a quienes parece que todo se les puede perdonar. De manera que esa diferencia de trato jamás la he encontrado justa. Sí, es cierto que el americano siempre ha tenido un carácter muy duro e imponente hacia sus compañeros y rivales, pero igualmente eso no quita que, al final, todo aquel que estaba ahí era porque quería y aceptaba ese sistema. Hasta donde yo sé, a nadie se le puso jamás una pistola en la cabeza para que hiciera nada. Para los más honestos, la opción de abandonar el ciclismo y denunciar la situación siempre estuvo ahí, y la mayoría no lo hicieron.
Ahora bien, mi defensa tiene unos límites. Como he comentado antes, el carácter del tejano siempre fue, por así decirlo… difícil. El problema es que en muchas ocasiones sobrepasa la soberbia.
En el documental que he citado (y el cual no he visto ni pagaré por verlo), Lance ha dejado caer una de sus perlas:
“Cuando vi a Carlos Sastre ganar el Tour, pensé… ¡dios mío! Si incluso un ciclista como él puede ganarlo, ¡entonces yo puedo volver al ciclismo y volver a ganar!”
Armstrong se retiró del ciclismo tras ganar su séptimo Tour de Francia en 2005, y regresó a la competición en 2009. Así que el contexto de sus declaraciones se sitúa tratando de explicar el instante en el que, viendo en su momento el Tour del año 2008 desde su casa, y sorprendido por su ganador, decidió que volvería a competir. Según él, el nivel era muy bajo si un corredor como el abulense Carlos Sastre lograba ganar la carrera francesa, así que se creyó capaz de volver tras tres años parado y ganar de nuevo sin demasiados problemas.
Esta declaración no es el fruto de ningún desliz. La entrevista se la han hecho 100% a su medida y lo que a todos nos llega ha pasado por todos los filtros existentes, de modo que podemos estar seguros de que lo que ha dicho se ajusta totalmente con lo que ha querido decir.
No me sorprende demasiado la perla que ha soltado, como forma de llamar la atención le ha funcionado a pesar de no ser nada elegante, pero el objetivo era el que era. No hace falta comentarlo mucho, está claro que está fuera de lugar. Además, Sastre siempre fue un corredor muy respetado por todos y logró grandes cosas en el mundo de la bicicleta. Pero con lo que el aficionado se queda es con su carácter humilde y que jamás estuvo involucrado con asuntos de dopaje. Por supuesto, Lance ha sido sincero diciendo lo que en su momento pensó y lo que ya nos suponíamos. Pero eso no quita que hay cosas que no hace falta decirlas. La sinceridad no siempre es la excusa ideal. Se puede optar por algo llamado “elegancia”. Precisamente, la que Lance no tiene pero en cambio a Sastre le sobra.
A pesar de todo, hay una parte en mí que jamás odiará a Lance Armstrong. Admito que es totalmente personal. Sigo pensando que, a pesar de lo que hizo en el pasado, se le ha castigado y tachado con una rotundidad que no he visto reflejada hacia otros tramposos. Todo el amarillismo y el sensacionalismo que la prensa ha generado a su alrededor a lo largo de estos años es algo que repudio totalmente. Es como una banda de buitres planeando sobre su cadáver, la víctima perfecta, aprovechándose de las circunstancias. Dirán lo que quieran, pero salta a la vista que Armstrong no es, ni de lejos, ni el único ni tal vez tampoco el peor enemigo del ciclismo.
Pero no se puede defender lo indefendible. Por mucho que haya hecho, he llegado a la conclusión de que lo que al tejano le entierra no son sus actos, sino sus palabras. De haber sido un poco más callado, de no haber pecado de tan alto nivel de soberbia (o al menos de no haberse regodeado tanto en ella), ahora mismo tal vez estaría un poquito más cerca de obtener una redención que, sinceramente y a estas alturas, dudo que algún día le llegue. Más que nada porque ni él mismo la busca.
Por eso creo que el pecado capital de Lance Armstrong ha sido siempre el de hablar de más, una y otra vez, de forma constante. Y hoy, como casi siempre, lo ha hecho una vez más.
¡Magnífico artículo! Se aprecia el trabajo de investigación y el buen criterio de su autor. Brilante.
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Muchas gracias por leerlo y por este comentario tan positivo. 🙂
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Muy buena reflexión… entre el blanco y el negro suele estar el gris, y los sentimientos suelen estar también mezclados. Yo añado algo más: iba dopado como todos (?) en esa época, pero creó una fundación que durante muchos años ha revertido en un bien social de incalculable valor.
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Muchas gracias por tu comentario. Es cierto, no he mencionado a Livestrong, pero podría haberlo hecho perfectamente. Es un punto más a su favor. Está claro que ha hecho muchas cosas mal, pero como comentas también ha tenido sus buenas obras y acciones que han sido de muchísima utilidad y valor para miles de personas.
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Hola. Felicitaciones por el blog. Lo acabo de descubrir y me he quedado pegado viéndolo. Saludos desde Chile, un país con poca tradición ciclista.
Solo quiero decir que discrepo con tu afirmación sobre que «a nadie le pusieron una pistola en el pecho». Creo que si toda tu vida, tu sueño fue ser ciclista, me parece poco probable que te hayas podido negar a hacerlo. No podemos pedirle a la mayoría que se comporte de una manera éticamente irreprochable o que renuncie a sus sueños. Creo que eran más víctimas que victimarios. Armstrong es diferente, él no era un peón. En fin, discutir sobre él me parece una pérdida de tiempo. Saludos y os seguiré leyendo.
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Muchas gracias por tu comentario, Roger.
En cuanto a la afirmación, era una manera de expresar que a veces parece que Lance sea el demonio y los demás no tengan ninguna culpa. Pero sin duda estoy de acuerdo en que es muy complicado renunciar a tu sueño una vez se ha hecho realidad (y teniendo en cuenta el sacrificio que hay detrás).
Muchas gracias por apoyar la web, de verdad.
Saludos desde España para Chile. 🙂
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