El pasado sábado el esloveno Tadej Pogaçar dio una nueva exhibición sobre su bicicleta en la Strade Bianche, esa carrera toscana con su mítico ‘sterrato’ que ya se ha convertido en un clásico moderno del ciclismo de carretera. Por parte de Tadej, estamos ante una victoria en la cual se le vio varios niveles por encima del resto. Algo a lo que, quizás desde el año pasado, empieza a tenernos acostumbrados.
Parece ser que una característica indeleble que forma parte del aficionado ciclista es la insatisfacción constante. No fueron pocos los que, tras la cabalgada en solitario de más de 50 kilómetros camino de Siena por parte del esloveno del equipo UAE, se quejaron de forma bastante abierta, alegando que tales exhibiciones dan pie para la sospecha. Muy alegremente, se comparó a Tadej con Lance Armstrong, comentando que desde aquella pasada época no se veían superioridades así, y que ya podría el joven campeón del Tour disimular un poco.
El patrón, como digo, es más que recurrente. Tal vez el último caso de quien se levantaron grandes sospechas de dopaje fue el del británico Chris Froome. Es decir, que cada vez que aparece un gran campeón del ciclismo, siempre se va a sospechar y se le va a tener como potencial culpable hasta que se demuestre lo contrario (en lugar de suceder al revés). Y con esto, indudablemente, el ciclismo seguirá mal viviendo y disparándose en el pie como siempre ha hecho en su historia (o en la de los aficionados, en este caso).
Yo entiendo que ha habido muchos escándalos y malos momentos que hacen que el espectador sea de todo menos ingenuo. Entiendo que hay cosas que resultan difíciles de dejar atrás y de olvidar. Pero pienso que las nuevas generaciones no merecen, de entrada, pagar según qué platos que se rompieron hace ya bastante. Si el tiempo demostrara lo contrario, entonces ya sí que sí que con todo el derecho nos podremos quejar de ellos y de sus directores deportivos o incluso de sus médicos.
Al final, cuando aparece un gran campeón, siempre nos encontramos ante una disyuntiva muy clara: o se le adora o se le odia porque se sospecha de él. Es verdad que las grandes exhibiciones dan pie a una doble lectura, y es que por un lado son días que pasan a la historia de este deporte, mientras que por el otro hacen que la jornada de ciclismo en cuestión quede con un nivel de emoción reducido a cero. Vamos, que podemos estar quejándonos de lo aburrido del escenario que estamos visualizando, mientras descargamos prejuicios de sospechas no comprobadas, o irnos al extremo de ser conscientes de lo histórico del acontecimiento y no pensar en nada más mientras los controles antidopaje no nos hagan saltar las alarmas.
Creo que está en nuestras manos el poder de decidir, efectivamente, si lo disfrutamos más o menos, si pensamos más o menos, o si nos quejamos más o menos.
Me gustaría recordar que, hasta hace muy poco, nos quejábamos de que el ciclismo se había convertido en un producto aburrido y tedioso de ver porque todo estaba demasiado calculado por culpa de las nuevas tecnologías y de los potenciómetros. Ya empieza a ser el colmo que ahora que ha aparecido una nueva generación de valientes, nos quejemos de tantas otras cosas. Y encima sin poderlas, de momento, comprobar.
Así que, dicho esto, a día de hoy Tadej Pogaçar es, nos guste más o menos, un nuevo gran campeón del ciclismo que, si la desgracia no llama a su puerta, está llamado a estar entre los más grandes de la historia. Una efeméride como ésta no ocurre durante todas las épocas, y aún era más complicado creer que pudiera suceder en estos tiempos de perfección, de cálculo milimetrado y de especialización tan detallada. De modo que, humildemente, me gustaría sugerir que nos relajemos todos un poco, que tratemos de disfrutarlo sin prejuicios un tanto estúpidos y que permitamos que el ciclismo y sus aficionados sigan gozando de una buena salud, lejos de prejuicios tóxicos sin fundamento.
En definitiva, que dejemos por ahora y hasta que se demuestre lo contrario a Tadej Pogaçar tranquilo. Ya bastante hemos tenido.
Hasta pronto.

Muy acertado.
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¡Muchas gracias!
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