En un principio no hubiera estado aquí. De no haber sido por la insistencia de una gran amiga, me hubiera quedado en Madrid y no habría aprovechado la increíble oportunidad de asistir a la ‘Grande Partenza’ del Giro de Italia en Budapest como periodista acreditado a través de un medio oficial de la propia carrera. No sé en qué estaba pensando, la verdad. Paradójicamente, la perspectiva de ir solo generaba una altísima dosis de pereza en mi organismo, cuando la soledad y la sensación de no tener que depender de nada ni nadie siempre han sido de mi agrado, sobre todo cuando he estado en el extranjero. Por fortuna, y a pesar del inmenso catarro con el que me subí al avión, aterricé en Budapest para, finalmente, asistir al Giro.
Todas las reseñas que me habían dado de la capital húngara resultaron ciertas. Ciudad majestuosa donde las haya, con el toque decadante propio del este de Europa, dividida en dos por el límpido Danubio, en cuyas orillas, conectadas por ostentosos puentes, se van repartiendo los monumentos más característicos de la ciudad: el Parlamento (el tercero más gran del mundo), la Basílica de San Esteban, el Castillo de Buda, el Bastión de los Pescadores…etc.

Tanto la presentación por equipos como la salida de las dos primeras etapas se realizaron desde la Plaza de los Héroes, magnífico emplazamiento para que los periodistas y reporteros obtuvieran titulares vistosos. He de reconocer que me vi un poco superado por los acontecimientos en la zona de mixta de la presentación. Era la primera vez que acudía a una, y tras dos días de relax paseando a mi aire por Budapest, no fui del todo mentalizado para pelearme con todo el mundo para intentar obtener un par de preguntas con el ciclista que fuera. Nacho Labarga, del diario Marca, se reía viendo mi cara de susto en medio de esa jungla periodística. Cierto es, no obstante, que no hay mal que por bien no venga: en una semana en Budapest cubriendo un evento como el Giro de Italia uno aprende más que en cuatro años de facultad.

Estoy deseando volver al Giro dentro de una semana. No haber estudiado periodismo, mi vocación desde la adolescencia, ha sido una de las cosas que más me he reprochado en estos últimos pandémicos años. Aunque solamente haya sido durante una semana, la sensación de haber sido periodista me ha resultado fantástica. Hasta me han vuelto las ganas de volver a escribir. Y oye, quién sabe; quizás no sea demasiado tarde…
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