Ciclistas como Alejandro Valverde, como Vincenzo Nibali o como Philippe Gilbert no son corredores que hayan nacido en la misma generación que yo. Sin embargo, sí son aquellos ciclistas profesionales que protagonizaban las grandes hazañas del calendario cuando empecé a ser seguidor de este precioso deporte. Por lo tanto, cuando digo que son corredores de mi generación, me estoy refiriendo a que son los ciclistas a partir de los cuales las personas de mi generación nos empezamos a enganchar al ciclismo. Son algo mayores que nosotros, pero son sus rostros los primeros que conocimos.
En ese momento, yo no sabía muy bien aún si, además de empezar a aficionarme a este deporte, también me estaba aficionando al hecho de verles correr a ellos. En ese momento, no pensaba que un día tal vez ellos ya no estarían ahí para darme las alegrías a las cuales empezaba poco a poco a acostumbrarme. De hecho, si me hubieran preguntado, no hubiera tenido muy claro si yo hubiera tenido algún tipo de interés en continuar siguiendo el ciclismo si un día ellos dejaban de ser profesionales y en su lugar había otros ciclistas, con otro carácter, con otro rostro y también con otras piernas y una forma muy distinta de correr y de ser.
Ahora llega ese punto de inflexión, ese momento en el cual definitivamente digo adiós a una generación de ciclistas que para mí no es una más. Más que nada porque en mi caso y en el de muchos otros, la generación que definitivamente cierra una puerta es mi generación, es decir, la que hizo que yo empezara a ilusionarme por el mejor deporte del mundo.
Yo pensaba que mi ilusión por el ciclismo se iba a quedar ahí. Que no iba a tener los ánimos para continuar siendo seguidor de los nuevos ciclistas, no por tener algo en contra de ellos, sino por no ser los ciclistas que me sirvieron como carta de presentación del ciclismo. No tenía claro si yo era aficionado al ciclismo o simplemente era un aficionado de aquellos ciclistas.
Me alegra haberme dado cuenta con el tiempo que me equivocaba y que sigo con la ilusión de querer seguir ahí, a pesar de todo. Es cierto que mi ilusión más personal no será ni está siendo ya la misma. Pero pienso que es algo normal y que soy capaz de aceptar. Nada es lo mismo pero eso no supone nada negativo ni nada que no deba ser. Y desde luego no significa que no se pueda seguir disfrutando de otra manera, aunque sea algo más sosegada, distante y algo menos emotiva. Es bueno aceptar que las cosas no están hechas para seguir siempre igual, y entender que no es lógico ni realista esperar que nada cambie. Más que nada porque es inevitable, los ciclistas vienen y van, las épocas son distintas, con nuevos estímulos y nuevas modas, tendencias y formas de correr. Es inevitable e insano querer que todo siga como siempre. El paso del tiempo conlleva de forma natural un cambio de todas esas cosas y hay que saber aceptarlo, que nada será igual y que eso también está bien. Poder seguir ahí, con ilusión para ello a pesar de todos estos cambios temporales, es algo que también, si lo pensamos, sigue siendo bonito.
Alejandro Valverde y Vincenzo Nibali son dos de esas figuras que me acostumbré a ver en pantalla siendo yo adolescente, esa etapa de la vida en la cual es fácil idolatrar a las figuras públicas. No digo que sea algo malo, al contrario, pero en ellos deposité un cariño que ahora me sería imposible depositar en otros ciclistas, por mucho que les llegue a admirar. Ese cariño por personas como Alejandro o como Vincenzo es inagotable y ya no ha dejado ni va a dejar de estar ahí.

Hace tiempo que mis ciclistas favoritos se han ido retirando poco a poco, pero siempre me iba consolando con que me quedaban los demás aún en activo, esos ciclistas que cada vez eran menos pero que, a pesar de irse haciendo mayores y de ir ganando cada vez menos carreras, me ilusionaba ver en pantalla porque me conectaban con esa parte mía como aficionado de la época en la cual ellos empezaron a ilusionarme y a hacerme vibrar. Y por eso me conformaba con seguir viéndolos por televisión.
La diferencia ahora -y es la que me hace escribir todas estas palabras- es que definitivamente con estas últimas retiradas deportivas del año 2022, mi generación favorita de ciclistas, esa que me hizo sentir lo que no volveré a sentir, se ha terminado de apagar por completo. Ya prácticamente no quedan corredores de “mi momento”, aquel en el cual mi llama apasionada por el ciclismo se encendió.
En este momento estoy feliz de saber que quiero seguir apoyando este deporte y que mantendré mi afición e ilusión por el ciclismo y por los corredores actuales, aunque sea muy diferente. Me alegro porque hace un tiempo esta declaración no la hubiera tenido tan clara, y ahora con el tiempo he podido comprobar que sí. Me siento bien, un poco triste y nostálgico como es normal, pero al mismo tiempo feliz por todos los años que llevo como aficionado y por los que me quedan. Me siento agradecido por haber podido ver en directo una generación de ciclistas que ya son leyenda por todo lo que han conseguido y, sobre todo, por cómo lo han conseguido. En definitiva, estoy feliz de haber vivido y disfrutado de unos corredores que han sido la leche.
Sé que el hecho de aceptar este cambio generacional y temporal también es parte de mi propio proceso de maduración. Con 13 o 14 años no hubiera podido aceptar el dejar de ver a mis ciclistas favoritos, pero ahora sí, porque entiendo que el paso del tiempo es inevitable y entiendo que uno debe aprender a aceptar y disfrutar de cada etapa. Eso no quita que yo pase un pequeño proceso de duelo. Una cosa no quita la otra y me parece estupendo llorar las despedidas de estos ciclistas. Sé que eso también es bonito, que me ayuda a cerrar una etapa y me prepara para la siguiente. Y, sobre todo, sé que eso no quiere decir que no acepte lo que hay. Más bien todo lo contrario.
Tan solo me queda darles las gracias a estos ciclistas por todo lo que me han hecho vivir. Ellos no son conscientes de todo las emociones que nos han provocado a muchos de nosotros. Realmente han hecho mucho más de lo que creen. Han hecho mucho más que simplemente dar pedales. A muchos nos han marcado simplemente por estar ahí y por ser como son, con sus virtudes y sus defectos. Yo he amado cada virtud y cada defecto, cada buen y cada mal momento que han tenido. Y me alegro y me emociono muchísimo por todo ello. Y sé que mis palabras hacen eco y no solo me representan a mí, sino también a muchos otros aficionados. Sobre todo a los de mi edad. O a los de mi generación. O a todos aquellos que se hayan enamorado del ciclismo gracias a esta generación de corredores estupendos que hoy dice adiós al mundo profesional de las dos ruedas.
Tenía muchas ganas de escribir estas líneas, más que nada porque tenía muchas ganas de compartir con vosotros todos estos sentimientos que se han ido gestando y acumulando durante muchos años. No me importa quién lo lea, ni tampoco me importa que mis corredores leyenda personales no lleguen a leerlo. Me conformo con dejar aquí plasmado todo lo que he sentido por ellos. Es todo lo que necesito.
Digan lo que digan, ellos han sido para mí mis ciclistas leyenda. Y para mí han sido, son y serán para siempre los mejores ciclistas del mundo. Los mejores de la historia.
Gracias por todos y cada uno de los momentos que me habéis y nos habéis regalado.
Me despido de vosotros dejando claro que os estaré eternamente agradecido y que formáis parte de mis mejores memorias de mi adolescencia y de mi juventud.
Hasta siempre, campeones.

Qué bonito artículo, cuánta emoción sentida y sincera. No se puede decir mejor ni más claro. Puro amor.
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